PEÑA EL MOGOLLÓN
NUESTRA HISTORIA (O NO…)
Todo comenzó una calurosa tarde de verano en Yepes, cuando un grupo de amigos de los más variopinto se reunió en la plaza mayor con una misión casi tan noble como imposible: fundar una peña que hiciera historia. Venían de todas partes —Yepes, Ciruelos, Caleruela, Olías del Rey y hasta de Valencia— con ideas disparatadas, ganas de juerga y, sobre todo, con un objetivo claro: convertir las fiestas en honor al Santísimo Cristo de la Vera Cruz en las más memorables de la comarca. Así nació la Peña El Mogollón, que como su nombre lo indica, es una mezcla de gente, edades, y ocurrencias que nadie sabe muy bien cómo empezó… ni cómo acabará.
Con sus 31 socios fundadores, cada uno más peculiar que el anterior, la Peña El Mogollón rápidamente se ganó la fama de ser el grupo más alocado de toda la provincia. Desde los más jóvenes, siempre dispuestos a desafiar cualquier reto (como aquel concurso de ver quién podía comerse más churros sin pestañear), hasta los veteranos, cuya experiencia en fiestas les daba una ventaja considerable en la cantidad de siestas estratégicas que podían tomar sin que nadie notara su ausencia. En las fiestas de Yepes, se les podía ver desfilando con trajes pintorescos que combinaban chalecos fosforescentes, pelucas de colores imposibles y, por supuesto, la emblemática camiseta con el logo de la peña.
No faltaban las anécdotas: como aquella vez que durante la procesión se perdieron siguiendo a un grupo de turistas que resultaron ser una excursión de jubilados alemanes en busca del castillo más cercano. O cuando intentaron hacer una paella gigante en medio de la plaza y acabaron inventando un plato nuevo que el pueblo recuerda como el «arroz revuelto del Mogollón», porque nadie sabe si era paella, risotto o directamente un acto de fe. Pero, lo que es seguro, es que cada vez que la Peña El Mogollón se junta, el pueblo entero sabe que las risas están garantizadas, y que cualquier excusa es buena para alargar la fiesta hasta que salga el sol… o hasta que el cura nos eche de la plaza, lo que ocurra primero.
Porque al final, la verdadera esencia de la Peña El Mogollón no es otra que esa: disfrutar de las fiestas, del pueblo, y de la vida misma, con la certeza de que no hay mejor compañía que la de esos amigos con los que puedes reírte hasta de tus propios desastres culinarios, y con los que siempre habrá alguna historia nueva que contar… o alguna aventura que inventar.
Entre sus hazañas más recordadas está la famosa «Ruta del Carro Bar», un evento improvisado donde los peñistas, vestidos con su indumentaria oficial de camiseta y pantalón blanco con pañuelo rojo, decidieron convertir un viejo carro de heno en un bar móvil, recorriendo las calles de Yepes con su propio DJ —Manolo, el del tambor— y sirviendo bebidas a todo el que pasaba. Fue un éxito tan rotundo que, durante tres días, nadie en el pueblo supo bien en qué día vivía, pero todos coincidían en que estaban pasando el mejor momento de sus vidas. La alcaldesa incluso les otorgó un reconocimiento por “Mejor Iniciativa de Desarrollo Turístico e Innovación en Festejos”, a pesar de que nadie recuerda exactamente cómo acabó el carro en la fuente del parque.
Pero las aventuras de la Peña El Mogollón no terminan ahí. Cada año, durante la fiesta del Cristo, organizan la famosa «Caza del Pañuelo», un evento épico en el que todos los miembros compiten por ser el último en conservar su pañuelo rojo, mientras se enfrentan a desafíos disparatados como correr por la plaza mayor atados con lazos de color, cruzar la calle Mayor haciendo equilibrio sobre barriles o, la más temida de todas, el concurso de imitaciones de vecinos del pueblo. Aquella vez que el mismísimo alcalde fue parodiado por Juana, la dueña del bar de la esquina, sigue siendo tema de conversación (y risas) en todas las reuniones del pueblo.
Además, la Peña El Mogollón no se limita solo a las festividades religiosas; cada verano organiza la “Gran Batalla de Agua Mogollonera”, en la que los vecinos de Yepes, Ciruelos, Caleruela, Olías del Rey y hasta algunos de Valencia se enfrentan en una guerra sin cuartel por ver quién puede empapar más al rival. Los peñistas se preparan con pistolas de agua, cubos, y hasta globos de agua caseros que lanzan con catapultas improvisadas (idea de Pepe, el inventor del grupo, que un día vio un vídeo en YouTube y desde entonces se ha autoproclamado “ingeniero festivo”).
La Peña El Mogollón ha sabido ganarse su lugar en los corazones de todos los que la conocen. No solo por su alegría desbordante y su capacidad para organizar las ocurrencias más insólitas, sino por ese sentimiento de camaradería y buen humor que siempre llevan puesto, junto con sus camisetas blancas, pantalones blancos y pañuelos rojos. Y aunque nadie sabe exactamente qué nueva aventura les deparará el próximo año, lo que sí es seguro es que, con la Peña El Mogollón, la fiesta nunca acaba… simplemente, se reinventa.